Elogio a los sueños

Para los creadores de mundos y de historias, en la realidad no hay nada más poderoso que los sueños. Los sueños son extensiones de tu yo interior hasta límites insospechados. Son universos infinitos que se expanden a medida que los descubres, cambian a medida que los vas conociendo, son, realmente, el resultado de tus pensamientos potenciados a una escala exponencial. En ellos lo encuentras todo, absolutamente todo. 

El otro día elogiaba los momentos insignificantes, esos momentos en los que parece no suceder nada. En los sueños es totalmente diferente. En los sueños el tiempo se expande, se alarga y casi se diluye... una hora de sueño puede parecer tres para un soñador, y para otra escritora soñadora, pueden parecer cinco... pero incluso otro escritor que sueña puede vivir diez días en un sueño que ha durado cuatro de las horas de esa noche tempestiva.

En los sueños puede pasar de todo, puedes vivir aventuras en alta mar, enfrentarte a los piratas más crueles y divertirte junto a Jack Sparrow. De pronto los bergantines pueden empezar a volar y llegar al mundo aéreo de Arcadia, donde millones de criaturas mágicas darán tumbos alrededor de los barcos y huirán despavoridas cuando una hilera de cañones truene por primera vez. En los sueños puedes volar, primero saltando, quizá, impulsándote de tejado en tejado sobre tu pueblo natal, transfigurado en algún sitio grotesco al estilo de los barrios más pintorescos de Ankh-Morpork. Ver desde los cielos grandes países, ejércitos de naves surcar el manto celeste y custodiar la paz de un reino que alberga un centenar de razas diferentes, como en los mundos de Final Fantasy. En un sueño puedes sentir el suave roce de los dedos de una chica al entrelazarse con los tuyos. Ir con ella a la playa, saltar, bailar, besarla y vivir una dulce noche de verano en medio del invierno gris que en ese mismo instante está estremeciendo de frío los árboles desnudos que alargan sus ramas hacia tu ventana, como implorando un poco de calor entre el viento que gime… 

En definitiva, los sueños son una extensión de tu subconsciente, de todos tus recuerdos y conocimientos. Los sueños se alimentan de ese baúl o desván cuya puertecita, en la noche se abre ligeramente. De él, puede salir cualquier cosa. A la vez, los sueños son todo lo que te importa en la vida, esos pensamientos tan intensos que has tenido durante el día, ideas que han cruzado tu mente, o sensaciones que te han afectado con vigor. Por eso, los sueños son fantasía y realidad a la vez. Todo se transfigura en algo único, inimitable.

Por eso, tantos hemos encontrado en los sueños un lugar donde refugiarnos. Una segunda vida, podríamos decir, o muchas otras vidas que vivimos en la intimidad y en las que hemos conocido y seguimos conociendo a medida que se expanden, nuevos mundos utópicos que no son sino un reflejo de tu ser, de tu yo interior, de tus pensamientos más profundos. En los sueños, pues, te conoces a ti mismo, a ti misma, y en ellos puedes encontrar incluso la raíz de los problemas que te afectan en la vida “vigil” o las respuestas que muchas veces has perseguido sin éxito. 

Y es que, seguro que os estáis dando cuenta: todo esto que explico tiene mucho que ver con disciplinas, filosofías y enseñanzas espirituales. Yo aún soy muy novato e ignorante de estas enseñanzas, y si me interesan ahora, es debido a la influencia, y a lo importante que es para mí una amiga muy especial que cree en ello.

Creo que todas estas enseñanzas espirituales persiguen lo mismo que en los sueños perseguimos a tientas, rodeados de aventuras, acción, romance, historias de terror, sucesos paranormales, misterio, fantasía, brujas y demonios… En los sueños hay cabida para todo. Y a medida que tus sueños se van desarrollando, que tú yo interior los va ocupando, se va transformando en tu mundo o célula de mundos; todo un universo vivo, orgánico pero espiritual, se crea en tu interior, y de él pueden nacer las obras literarias más importantes.

Díselo a Andrzej Sapkowksi o a Terry Pratchet. Estoy seguro que ellos han soñado mucho y sus mundos han sido directamente extraídos de su célula de universos interior.

Estoy seguro que Tolkien y su Tierra Media son uno solo, y que Frodo, Sauron y Gandalf son extensiones de su yo interior y personajes que realmente ha conocido mientras viajaba a lomos de Sombragris por sus reinos míticos mientras soñaba. Que Orfeo, Mo, Maggie, Dit de Pols o Farid son extensiones de la misma Cornelia Funke dentro de un mundo en el que ella ha viajado muchas muchas muchas noches mientras soñaba. Que Weis y Hickman se aventuraron multitud de veces con los míticos Héroes de la Lanza en la lucha contra esos draconianos terribles, y que vieron al mismísimo Raistlin convertirse en dios. O que Pratchet ha bailado la conga con La Muerte y ha visto a Mort enamorarse de la princesa y crear una paradoja temporal llena de tacos e improperios encarnados en monstruos.

Los sueños son, para todos los creadores, la sabia de sus creaciones, la sangre que bulle en el interior de ellas, el aliento que les da vida, el potente estruendo de los cañones de sus galeras y bergantines, la dulzura de los amantes… Y si yo estoy escribiendo ahora mismo todo esto, es porque hace unas noches que los sueños me tienen atrapado en un mundo quimérico cuyas personas y maravillosos pináculos dorados me subyugan en el embrujo de soñar, soñar, soñar… Soñar también despierto.

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